Octubre de 2012. Luis observa el
juego de beisbol por televisión con su hijo José: “Primer juego de la Serie Mundial. Cierre del primer inning. Al bate, el
venezolano Pablo Sandoval. Sobre la lomita, el candidato al Cy Young, Justin
Verlander. Dos strike y cero bolas. El lanzamiento… la bola es conectada y se
eleva… se va… se va… ¡jonrón del Kung Fu Panda!”... - Papá yo quiero jugar
en las Grandes Ligas y ser como Sandoval. - Claro que sí hijo, tú lo puedes
lograr.
Cuando se es niño muchos son los sueños
que se tienen. Para los venezolanos, el amor por el bate y la pelota es
infinito. Desde muy pequeños, los niños son llevados para que practiquen
beisbol. Los inscriben en una escuela, les compran el uniforme, implementos,
los llevan a las prácticas y a los juegos; toda una tarea que requiere de
tiempo y dedicación. Sin embargo, la mayoría de los papás creen que poner a
jugar beisbol a sus hijos es para que algún día jueguen en las Grandes Ligas y
eso no es así.
Hacer deporte es hacer ejercicios para su
sano crecimiento; sirve para ser competitivos, participativos y recrearse con
el fin de contribuir en su desarrollo físico y mental. Aunque soñar con llegar
a las Grandes Ligas es una positiva ambición, no se puede confundir con
obligarlos a jugar pelota, muchas veces en contra de su voluntad, peor aún,
cuando el deseo es por dinero. Para poder cumplir ese sueño se requiere de
mucha constancia, trabajo y sobre todo talento.
Los niños están obligados a estudiar; esa
debe ser su prioridad. Su formación académica les dará el futuro y la
estabilidad que se merecen. Algunos adolescentes abandonan los estudios
prematuramente para dedicarse al beisbol; luego por cuestiones de suerte, salud
o rendimiento se retiran quedando a la deriva. Este resultado puede ser muy
decepcionante y hasta frustrante para su futuro.