“Me quité un peso de encima”
debió haber pensado el norteamericano Jason Collins cuando admitió su
homosexualidad. El jugador de los Wizards de Washington, se convierte en el
primer jugador activo de la NBA en declararse públicamente gay. La información
circuló luego que la prestigiosa publicación Sports Illustrated, colgara un artículo en su página web.
Aunque el tema hay que tratarlo con
cuidado, en una sociedad como la norteamericana, quienes en el pasado han
vivido los embates de la discriminación, el anuncio de Collins debió haber
significado un acto de coraje y valentía. Mensajes de apoyo y fortaleza
resaltan de familiares, amigos, jugadores de la NBA e incluso del propio presidente
de los Estados Unidos, Barack Obama. Sin embargo, no deja de ser polémico.
En el mundo deportivo, solo un grupo
reducido de atletas se ha atrevido a confesar su verdadera orientación sexual.
No es fácil. El prejuicio, el rechazo e incluso hasta las agresiones físicas y
verbales están presentes. Por tal motivo, este caso ha llamado la atención de
los medios de comunicación, como bien lo declaró Collins sin tabúes: “Soy un
pívot de la NBA de 34 años, soy negro y soy gay”.
En Latinoamérica se ha avanzado en este
tema, pero aún, por cuestiones culturales y religiosas, nos falta. El ex
director técnico, campeón del mundo con la selección de fútbol de Brasil, Carlos
Alberto Parreira, declaró en 2006, que un jugador homosexual no sería convocado
a la selección.
El
mundo está cambiando. Ahora quedará por parte de la gente, en especial de los
medios de comunicación, fomentar la tolerancia y el respeto. Entender estos
cambios sociales y tratarlos con la altura que merece. Cada quien es libre de
sentirse como mejor le plazca, con su estilo de vida propio y eso debe ser
incuestionable.